Abro la puerta, entro en la habitación, me detengo un momento frente al espejo y detenidamente observo mi reflejo; aquel que con el paso de los años se ha transformado. Mientras cierro los ojos, recuerdo, y ahí estoy, en la casa de la abuela jugando en el patio, de pronto, percibo ese aroma a carne cocida, que se entre cruza con el sutil frescor del cilantro recién lavado, volteo a través de la ventana y observo con admiración ese cabello blanco y esos ojos azules.
Camino de prisa, mientras atravieso la cocina de abuelita pintada de color crema, la cual siempre tiene en el fogón una olla de barro de frijoles recién cocidos, sin distraerme por el aroma que emana aquella olla, sigo caminando hasta llegar a la habitación de abuelitos, donde la ceremonia de la carne cobraba vida, debido a la cercanía que tenía con la taquería, siempre una mesa de madera vieja pintada era el centro en el que mis abuelitos y tías cortaban la carne previa al servicio.
Sin dudarlo, tomo un trozo de carne de esa gran olla de peltre azul, observo a mi abuelo con sus bellos ojos azules, mientras me pierdo en el saboreo del jugo de la carne y su textura, tan fibrosa, pero jugosa; me detengo un momento y pienso que adoro con todo mi corazón aquellos días en que mi abuelito daba pie a ese ritual diario de la carne, hacía que toda la casa oliera a ganas de "querer comer".
Bebo un sorbo de la taza blanca que estaba encima de la mesa y enseguida mis papilas gustativas se acidifican, mis mejillas se aplastan y ¡vaya que acidez!, mi boca empieza a salivar sin parar, ¡Qué delicia! descubro por un segundo que la afición y gusto que tengo por el jugo de limón no es normal en todas las personas.
El limón, un contacto de mi niñez, que me ha hecho despertar la curiosidad, no sólo por combinarlo en la comida, sino por que aquel jugo con acidez explosiva que me fascinaba beber, al ponerlo en la carne al momento de cocerla, hacía que formaran una sintonía mágica entre ellos, se volvían prácticamente perfectos el uno para el otro.
Es curioso como sabores, recuerdos, aromas, te hacen remontar a épocas que te permite volver a vivirlas, nada nuevo por descubrir, pero se vuelve algo tan intimo, tan personal, tan único, tan mío, un momento que nadie puede igualar, por que se trata de experiencias, de emociones, de sentimientos individuales e irrepetibles.
Un recuerdo de esa taquería, pequeña, de paredes de azulejo rosado, con mesas de madera que eran cubiertas por manteles de plástico de flores de colores, encima, botes de plástico peculiares que contenían sal, una en cada mesa, sillas poco cómodas, dispuestas a permitir que pasaran muchos comensales por esas puertas de metal pintadas de color guinda, que se abrían y cerraban cada día.
En el fondo en una pared de madera, un cuadro que ha perdido color de un santo de Colotlán, Jalisco, que lo acompañan longanizas colgadas por un hilo; en la lateral cajas vacías y otras llenas de refrescos, un par de refrigeradores que han traído los promocionales de las marcas y finalmente del lado derecho, un abuelito dispuesto a dar cariño a través de lo que hizo por tantos años "tacos". Este lugar se envolvía del aroma de la carne, del maíz de las tortillas colocadas en el comal, del limón recién cortado, cebolla picada finamente y cilantro que impregnaba todas las paredes, otorgando ese frescor que abre el apetito.
Filas, tardes noches esperadas con ansias, esperando a que abriera “el güero”, aquel que preparaba los mejores tacos de todo el barrio, aquel hombre que era noble por naturaleza, bondadoso por un pasado que lo marco y divertido por disfrutar el día a día. Taquería que hoy esta cerrada, y que no volverá a ver pasar más clientes por ella, hoy aún puedes estar ahí y vivir en recuerdos la felicidad que para esta niña significo trabajar de la mano de su abuelo, aprendiendo el valor de apasionarte por lo que haces, mientras picaba cebolla y cortaba limones, que a escondidas chupaba con un poco de sal.
La acidez siempre estará vinculada a un recuerdo sensible de mi niñez, aquella que me enseño a trabajar desde muy joven, a querer a mi familia y a descubrir que la comida puede ser un vinculo de trabajo, diversión y a su vez penetrar en lo más profundo de lo emocional.
… Rafael
Muy interesante e instructivo felicidades que los triunfos sigan siempre.
Taqueria Consuelo...